
Con el paso del tiempo cada vez más países emitían sellos, y esta actividad fue haciéndose más sistemática. Ya en el año 1860 comenzaron a aparecer catálogos con descripciones de todos los valores de correos disponibles, así como álbumes para conservarlos ordenadamente, y al poco tiempo surgieron revistas dedicadas exclusivamente al interés filatélico.
Enseguida fue notoria la dificultad por conseguir algunos valores. Esto desembocó en grandes diferencias de precio entre distintos ejemplares. La tendencia se ha mantenido a lo largo del tiempo, ya que no sólo es la antigüedad lo que determina el precio de un sello postal, también lo es la cantidad de ejemplares existentes (o conocidos) del mismo, junto con la demanda que de él haya por parte de los coleccionistas.
De todas formas, lo más importante de una colección no es su valor económico. Su encanto está dado sobre todo por la búsqueda exitosa de información o "estudio" que cada uno realice, por la personalidad del aficionado que se percibe en los motivos elegidos, en el armado y la presentación del material.
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